Fotulis y fotelis

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sábado, 18 de junio de 2011

Convivir y matraquear, se puede?

Antes de arrancar, me veo obligada a aclarar un tema importante.
O no tan importante.
Para mi, es importante, y como soy yo la que escribe, lo aclaro y punto.
No me gusta la frase “Hacer el amor”. La odio. Y odio a quien la usa. Yo no hago el amor. Yo cojo, garcho. A mi no me hacen el amor. A mi me cojen, me garchan, me dan matraca, me dan murra, me la entierran, me entuban, me la ponen, me culean.
También odio las palabras pene y vagina. Mi marido no tiene pene. Tiene pito, verga, chota, pija. Y yo no tengo vagina, tengo concha.
Y no me vengan los frígidos de siempre a decir “Ay Celeste, no seas vulgar”. La gente así me asquea. Son los típicos que te dicen “No miro a Tinelli” pero se saben el nombre de la vedetona del momento. Yo soy de barrio, soy hija de un mecánico, miro a Tinelli, me aburre el puterío pero adoro los bailes, y garcho, estamos?
Intenten por un momento pensar en tener sexo hablando correctamente, como seguramente me criticaran muchas/os cerrados de mente. En serio se imaginan decirle a la pareja de uno “Amor, hoy tengo ganas de que metas tu pene en mi vagina”, “Querida, chupame el pene”, “Oh, tesoro, que bella vagina!”, “Quieres el semen, toma el semen!”, “Cariño, espera un segundo, coloco un condón sobre mi pene y haremos el acto sexual”.
Definitivamente NO.
Un NO rotundo.
El sexo es sucio, así que me niego a hablar de sexo como si yo fuese sexóloga o medica clínica. Si buscan un lenguaje correcto, compren un libro de Alessandra Rampolla, que te dice cosas como “Si estimulas bien tu vagina, tendrás orgasmos más ricos”. Por Dios!.
Ahora si, retomemos, recalculemos.
En 30 años de vida, conviví 3 veces. 4 años, casi 2 años y 2 años, hasta el día de hoy, respectivamente. Las dos primeras, en casa de mamá. La ultima, quizás la más satisfactoria, bajo mi propio techo.
Cada relación es un mundo nuevo, pero indefectiblemente, las primeras 2 semanas de convivencia, te las pasas en pelotas. Cada noche, dormís con la persona que acaba de “acabar”, propiamente dicho. La vida es una fiesta!. Todos a coger que se acaba el mundo, carajo!
La verdadera prueba viene después, cuando la luna de miel termina. Uno a veces está cansado, o descubre que el capullito de alelí que antes no podía dormirse sin darnos un buen rato de placer, ahora ronca sin pudor. Y como ronca!. Y después, resulta que nos destapa, se mueve, nos empuja de la cama.
Anoche mismo, soñaba con vaya una a saber que, y me desperté por un agudo dolor en la frente. Abrí los ojos, alarmada, creyendo que estaba sufriendo un aneurisma cerebral, un ACV o un grupo SWAT había entrado a mi habitación, me había confundido con Bin Laden y me pegaron un tiro en la frente. Pero no, ahí estaba él, mi marido, el amor de mi vida, pidiéndome disculpas por el codazo que me había dado entre sueños. Me acariciaba la frente con dulzura. Lo miré, dormida aún, y con todo el amor que le tengo, le dije “Pelotudo!” y seguí durmiendo. Más de una vez se lo dije, lo amo, lo necesito, pero no soporto dormir con él.
Mi ex novio, con quien conviví poco más de un año, hablaba dormido. Hemos tenido muy buenas conversaciones en esos momentos, lastima que al día siguiente él no lo recordaba.
Volviendo al tema de coger bajo el techo en común, tiene sus pros y sus contras. En la lista de pros, pongámosle unos porotitos al hecho de que nos podemos tomar todo el tiempo del mundo, no hay que arreglar horarios, no siempre hay que depilarse (Y les aseguro que después de 6 meses, hay días en que nosotras somos más peludas que él), podemos levantarnos después del revolcón, ir a la cocina, en pelotas, calentar el plato de fideos que sobró y comerlo en la cama, podemos expresarnos libremente sin miedo a que nuestros padres, hermanos, la abuela o cualquier otro nos escuche. En los contra, sumémosle el trajín diario, el cansancio, el no poder fletarlo o irnos apenas consumado el hecho, el “Yo quiero, vos no”, el hecho de que como vemos todos los días a nuestro compañero de vida, ya no lo sorprendemos como antes, nos gana la pereza, ya no nos maquillamos, no nos peinamos, no nos vestimos como las putitas que soliamos hacer. La rutina se adueña de ambas partes, tarde o temprano.
No hay secretos, no hay recetas magicas, es solo cuestión de ponerle la mejor de las ondas. Como bien dije antes, y sin miedo a repetirme, una verdadera mujer debe ser una dama en la calle, una señora en su casa y una puta en la cama. Si convivis, lo de ser puta no alcanza. Tenés que ser terrible flor de putarraca. No hay que esperar siempre a que el hombre quiera, hay que buscarlo cada tanto, hay que intentar sorprenderlo, hay que abrir un poco la mente y no recriminarle que mire porno (Incluso, puede ser muy divertido mirar porno juntos!), hay que aceptar que los hombres no van a dejar jamás de masturbarse aunque tengan pareja. La paja va a morir con ellos, y no lo hacen por culpa nuestra, es un impulso natural, una necesidad, y para muchos, es casi como una tecnica de relajación. Ellos no necesitan un clonazepam, como nosotras, o un tecito de tilo. Paja y a dormir. Los envidio.