Fotulis y fotelis

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jueves, 22 de septiembre de 2011

Solterissima

Eeeen fin, Show must go on, dijo alguna vez Freddie. Y en eso estoy. Para quien no captó la indirecta en el titulo de este post, es un placer anunciarles que he vuelto a jugar en el equipo de las solteras. Obviamente duele, como todo fin de una relación, obviamente aún amo, pero..la verdad? He sobrevivido a cosas peores.
Después de varios días esperando un llamado, un sms, un mail, una paloma mensajera, despues de muchas bicicleteadas de "Ya nos sentaremos a hablar", me he dado cuenta de que no tengo tiempo. Me aburre esperar, pasé demasiado tiempo esperando diversas cosas en mi vida. Lo unico que me jode, en estos momentos, es mi salud. Mi anorexia nerviosa me atacó con tutti, no puedo probar bocado desde el viernes, y no está bueno. Lo positivo, es que ya los jeans quedan grandes!
Mi nueva vida...No sé para que lado rumbeará, sinceramente. Me han ofrecido trasladarme a Bs As, me han ofrecido compartir el depto (Que logicamente sola no puedo mantener. Estoy analizando todo. Por lo pronto, este sabado organizo un ataque comando a mi depto, limpiaré todo, tiraré miles de cosas, y luego se verá.
Si es definitivo o no, no sé. Tampoco quiero pensarlo. Solo el tiempo dirá si ese amor valio la pena o no. Solo el tiempo dirá si se puede volver a intentar o no. Hay muchas cosas que cambiar de ambas partes, y esta bueno tomar distancia para evaluar. Si me extraña o no, quien sabe. Si aún siente amor, quien sabe! Si le hace bien ignorar mi existencia, está bien. Lo que no está nada copado, es dejar muertos de garpe, ni poner todas las fichas para terminar las cosas mal, que se yo. Lo que sea que le sirva a su atormentada alma.
Quisiera desearle felicidad, pero en estos momentos, no me surge desearlo.

martes, 6 de septiembre de 2011

Como dije en mi anterior post, el día en que encontraron el cadáver de Candela, me senté en la cama de mi hijo, lo miré a los ojos y respondí todas sus preguntas. Hubiera preferido no hacerlo, pero el televisor estaba encendido, él miró, leyó la placa que gritaba en su cara “Encontraron muerta a Candela” y supo enseguida de quien se trataba.
Estos últimos días, tuve (Y mantengo) una postura firme respecto a las cadenas de mails, los RT de Twitter y las cadenas en Facebook. Considero que si desde la comodidad de mi hogar escribo 300 veces “Encuentren a X persona desaparecida” no se hace nada. Hay que levantar el culo de la silla y salir a caminar calles. Se encuentra buscando, no detrás de un monitor. Si hoy estoy escribiendo sobre este caso, es porque detesto profundamente que le estén robando la inocencia a mi nene. Leandro tiene solo 8 años, no merece vivir en un mundo donde ya a esa edad sabe que hay gente que secuestra chicos, los viola, los mata o los obliga a prostituirse. Leandro merece vivir en el mismo mundo en el que me crié yo, jugando en la vereda mientras mi vieja cocinaba dentro de casa, donde lo único peligroso era cruzar la calle. Leandro nació en un mundo en el cual, al momento de nacer, le pusieron una pulserita identificatoria que me aseguraba de que él era mi hijo, para que no me lo roben. Nació en un mundo donde mi abuela lo seguía cada vez que las enfermeras se lo llevaban a neonatología, por el miedo de que alguien lo secuestre. Nació en un mundo en el cual tuvo que saber que tenía que ir a un baño público de mujeres, conmigo, porque si entraba solito al baño de hombres, alguien podía tocarlo.
Leandro es un ser muy especial, demasiado avanzado para esta realidad. Es un pendejito con el que se puede hablar de todo, sin pelos en la lengua, al que me senté a explicarle porque decir Puto era un insulto discriminatorio, porque ser homosexual no es nada malo. Leandro, a su edad, ya sabe que un gay puede ser padre o madre, que se puede casar y puede vivir al igual que vivimos los demás. Leandro, a su edad, sabe porque hubo una guerra, porque hubo un golpe de Estado, porque hay desaparecidos. Leandro sabe que existe el Sida, el Cáncer y la gripe A.
Leandro, a sus 8 años, no debería saber que hay tratantes de blancas, ni hombres golpeadores, ni violadores, ni hijos de mil putas que son capaces de cagarle la vida a alguien de su edad. Leandro no debería saber que no todos los curas son buena gente, no debería saber lo peligroso que es soltarme la mano en la calle.
A su edad, mi miedo era que el hombre de la bolsa venga a buscarme cuando me portaba mal. Hoy, para Leandro, el hombre de la bolsa se lleva aún a los chicos que se portan bien. El cuco ya no se esconde debajo de la cama o dentro del ropero. El Cuco está en la esquina, está disfrazado de amigo de papá, de tío, de padre, de abuelo, de vecino. El Cuco puede ser cualquiera. El Cuco puede estar dentro y fuera de casa.
Antes, mi principal miedo era que Leandro se ahogue con la comida, se ahogue en a bañera cuando se empezó a bañar solo, que salte en la cama y se rompa la cabeza. Hoy, mi miedo es que a Leandro lo toquen, lo miren, lo violen, lo secuestren, lo maten o lo desaparezcan.
Antes, mi miedo era no ser la madre que él merece. Hoy, mi miedo es que alguien le haga algo. Mi miedo ya no es que se enferme. Mi miedo es que me suelte la mano en la calle y alguien me lo arrebate y se lo lleve.
Dios sabe que lo que más quiero en el mundo es tener otro hijo, y tenerlo con mi marido. Pero… A que precio? Si no tuve otro hijo hasta ahora, fue porque perdí embarazos, o porque no consideré que sea el momento ideal, pero ahora, realmente, me da miedo. Miedo a que alguien les siga robando la inocencia y la magia de la infancia a mis hijos. Miedo a que el Cuco, o el Hombre de la bolsa, que antes eran imaginarios, me los quiten.
Antes, solía pedirle perdón a mi hijo por no ser una buena madre. Ahora, solo queda pedirle perdón por haberlo traído a un mundo así