Fotulis y fotelis

Instagram

viernes, 26 de diciembre de 2014

Quiero, no quiero

-         Yo no quiero convivir nunca más con alguien, ni tener más hijos ni pasar las fiestas con la familia de nadie
-         Bueno, esa es una de las cosas que no tenemos en común

Horas después, tomando mate con mi vieja, quejandonos porque en Año Nuevo vamos a ser 6 gatos locos (Cada vez menos), me dice “Es hora de que ustedes empiecen a formar familia”

Y me quedé pensando en eso, desde esta madrugada, hasta hoy.
Quiero esas cosas? Quiero la vida de Susanita? No la quiero? La quiero pero me quiero convencer de que no la quiero porque es más fuerte mi miedo?
Y la respuesta quizás sea SI. Quiero. Pero no me animo.
Quiero la casa, el hombre, el perro, el gato, el auto, y Navidad y Año Nuevo llenos de gente.
Quiero domingos de mate en Sierra de los Padres y quiero peleas en el Supermercado.
Quiero pelear por elegir nombres para hijos que no sé si tendré.
Quiero hacerle probar una salsa a alguien con el cucharón de madera y retarlo si mete el pancito en la olla.
Quiero ser vieja y cocinar sin sal así no le sube la presión al pobre viejo que esté conmigo.
Obviamente que quiero todo eso. Pero no sé cuando. Ni sé con quien. No lo quiero con cualquiera que aparece en mi vida.
Quiero todo eso, pero no me animo. Quiero todo eso, pero no me animo a quererlo con alguien.
Es más fácil ir por la vida diciendo que no lo quiero, porque soy una convencida de que jamás lo tendré. Me ahorro ilusionarme y sobrevivir a la decepción.
Pero claro que lo quiero. 


martes, 23 de diciembre de 2014

No fui yo quien perdió

En cualquier película de Hollywood, si un tipo te dice que no puede ofrecerte más que ser tu “compañero sexual” (Como si pijas faltaran) y la remata con un “Además, te quiero!”, le metés un cachetazo y le tirás sus porquerías por la ventana.
Por supuesto que yo no vivo en Hollywood, ni esto es una película, así que ni siquiera respondí ese mensaje, porque ni eso merece.
En cualquier película de Hollywood, el flaco debería estar tocándome el timbre, con un ramo de flores, llorando, rogando mi perdón y declarándome su amor (Amor, cariño, no soy pretenciosa). O un sms. O un llamado. O la ventanita del chat de Facebook titilando, con un “Mirá, no soporto la idea de perderte, quiero animarme. Perdoname por ser tan cagón, enseñame a no ser tan pelotudo”. Yo me tomaría un taxi hasta la casa y suena algún tema híper meloso, mientras los créditos corren.
Pero no, no sucedió. Porque yo no vivo en una película de Hollywood. Y porque esas cosas a mi no me ocurren.
Y recién, mientras acariciaba a mi perro, mirando el monitor, esperando el milagro, pensaba “Una vez más, puse fichas y perdí”. Y no debería ser así. Yo no perdí, yo gané el no fumarme un lastre traumado. En todo caso, el que perdió fue él.
Se perdió una mina que le hubiera dado alas para volar y motivos para volver, porque ella también quiere eso.
Se perdió una mina que es feliz viendo una película en la cama, sin necesidad de salir a gastar plata.
Se perdió una mina que con todo el amor del mundo cocina lo que le pidan, cantando y sin preocuparse si se le llenan las manos de olor.
Se perdió una mina que jamás tolera que le ceben mate. Los ceba ella o no se toman.
Se perdió música, se perdió mimos, se perdió risas, se perdió todo.
Me perdió a mi.
Se perdió querer. Se perdió que lo quieran. Se perdió aprender. Se perdió ser hombre. Se perdió ser adulto.

Me perdió a mi.


lunes, 22 de diciembre de 2014

Además, te quiero

Ya no confio en los “Te quiero” dichos a través de un monitor. No creo en los “Te quiero” dichos luego de hacer lo posible por perderme.
Hay cosas que ya no tolero. Ya no tengo fuerzas para sentirme miserable e incapaz de tener algo lindo.
Si me querés, no intentás perderme.
Si me querés, me querés a tu lado.
Si me querés, me querés siempre, no me querés cuando “pinte”
Si me querés, me querés sin plazos.
Si me querés, no me denigras a papeles insultantes.
Si me querés, haces un rollito con tus mambos, te los metés en el fondo del orto, y te la jugás. Y te animás. Y me ayudás a animarme. Y hacés otro rollito con mis miedos y me ayudás a que me los meta yo en mi propio culo.
Si me querés, deberías estar hecho un trapo de piso, porque acabás de perderme.
Claramente no me querés. O querés muy mal.
Y claramente, yo merezco que me quieran de verdad, y mejor.

Yo no te quiero. No puedo querer a alguien que es incapaz de sentir que le importo. Y yo soy muy importante.  


lunes, 15 de diciembre de 2014

Amor de-mo-ra

“Odio la palabra novio” dije esta madrugada, acurrucada en un abrazo, luchando por no sacudir las manos, cosa que siempre hago cuando hablo.
“MI NOVIO” me suena a objeto que nos pertenece, me suena a prisión, a rotulo, a dejar de ser uno, para ser propiedad de otro.
Hace más de 3 años que no uso esa palabra y no sé si quiero volver a usarla. Me acostumbré a estar sola y a SER sola. A ser feliz sin necesidad de que mi felicidad depende de alguien más.
“No quiero tener novio. Por ahí si soy más de querer un compañero de ruta” dije, también.
Y cuando volví a casa, mientras me tomaba un té y esperaba que mi perro termine de hacerme su inspección olfativa, pensaba en esa frase.
Yo no sé si mi compañero de ruta existe. No sé si alguna vez lo conoceré. Quizás ya lo conozco y no me di cuenta, o no nos hemos reconocido. O quizás no sea el momento para ambos. O quizás ambos tengamos miedo.
Mi compañero de ruta, mi compañero de vida me hace reir a carcajadas. Nos peleamos como nenes chiquitos, nos reconciliamos como adolescentes y nos amamos como adultos.
Mi compañero de ruta no necesita verme todos los días. Me da alas para volar y me da motivos para volver. Me ama suya, lo amo mio, nos amamos nuestros, pero sin atarnos.
Entiende que estoy acostumbrada a dormir sola, a pesar de que un par de noches duerma con él.
Mi compañero de ruta sabe que para hacerme feliz, tiene que recordarme que me ama y me elige así como soy. Sabe que no necesito plata para pasarla bien, sabe que con estar tirada en la cama mirando una película, soy feliz. Sabe que me gustan más los abrazos que los regalos. Sabe que soy ansiosa y siempre necesito saber de antemano todo, porque detesto la incertidumbre.
Mi compañero de ruta y yo nos entendemos con mirarnos a los ojos. Y nos entendemos tanto, que además de tenernos a nosotros, tenemos al resto. Tenemos proyectos en solitario y en común. Él sabe que mis estudios me importan más que nada, acompaña, ayuda, apoya, incentiva. Así como yo lo hago con los suyos.
No quiero pelear por ver con quien pasamos las fiestas, ni quiero almorzar todos los domingos con la familia, ni salir todos los fines de semanas con sus amigos (O él con los mios). Somos felices juntos y somos felices separados, total, él sabe que me tiene. Y yo sé que lo tengo.

Yo no sé si existirá. Tampoco sé si alguna vez nos encontraremos en esta vida. Pero si de algo estoy segura, es que cuando deba ser, nos reconoceremos. Y nos elegiremos. Porque el amor, difícil como es, se trata únicamente de eso: elegirse. 


miércoles, 10 de diciembre de 2014

Miedo a tener miedo

Me encantaría tener las cosas claras a mis 33 años, pero no. Me doy cuenta que existen cosas que jamás entenderé, cosas a las que tengo miedo. Miedo a tener miedo.
El amor es una de ellas. El amor me da miedo. Necesito a mi lado a alguien que no tenga miedo, que me ayude a naturalizar las cosas y a espantar fantasmas. Pero pareciera que así como yo, hay muchos miedosos. Más de los que imagino.
Y si a mi miedo, le sumamos el miedo de otro…me alejo. Apenas puedo con mis miedos, no tengo energías para los miedos de otro.
Y cuando pensás “Ah, si acá intento, si acá pongo un poco de interés, podría ser, ojo”, y el miedo ajeno te empieza a poner paredones…me alejo. Ya no tengo ganas de perder tiempo, ni sentir tristezas, ni extrañar, ni nada de eso.
Claramente no existe la persona que yo necesito. Y claramente no me sale fingir onda con quienes me dan a entender que no le pondrán ganas a la posibilidad de ser, quizás, esa persona.
Y me alejo.
Y no me gusta la persona en la que me convierto cuando me alejo. Cada día mas cariñosa con los amigos, cada día más fria con el resto. Justamente yo, que soy lo más franela del mundo.
Y vuelvo a levantar paredones, y les pongo doble capa de cemento. No sea cosa que venga el lobo y de un soplido me los derribe.
Quizás sea tiempo de ser el lobo y no uno de los tres chanchitos. Quien sabe.
Si algo aprendí, es que quien me suma miedos, no me sirve.

Quien no se la juega por mi, tampoco.